martes, 16 de diciembre de 2008

Pensando en Scrap

lunes, 15 de diciembre de 2008

¡Sin pelos en la lengua ni en la cabeza!

Dulós:
Llegó el gran día. El día que tanto había temido desde que en aquella amarga mañana de agosto me dijeron que padecía cáncer de mama: el de rasurarme completamente la cabeza. No fue un momento nada fácil; aún así, me armé de valor y me enfrenté a la situación con una mezcla de inquietud y optimismo. Hacía días que me imaginaba la situación y había tenido el tiempo suficiente de prepararme psicológicamente para no derrumbarme. Y lo conseguí.



jueves, 11 de diciembre de 2008

A Jirones...

Dulós:
Eduardo me ha despertado como todas las mañanas: con un cariñoso beso en mi mejilla. Inmediatamente después, mis dos perros -Mistu y Gos- me han comido a lametones, su particular manera de darme los buenos días. Me he tocado la cabeza con las manos y mi cabellera estaba intacta, y en el cojín -de color amarillo limón- no había ningún resto de cabellos caídos. He sonreído a Eduardo y medio dormida me he tomado un zumo de naranja recién exprimido. Cuando mi pareja se ha ido a trabajar, yo he aprovechado para descansar un poco más. Con la quimioterapia las mañanas se me hacen especialmente cuesta arriba.

Hoy quería ir al banco y a hacer unas compras, así que a mediodía, ya me he puesto las pilas. Me he desperezado y me he ido al baño a asearme. Desde que me he cortado la melena, siempre que me miro al espejo recién levantada me río de lo tiesos que me han quedado mis pocos y cortos pelos al dormir. Al pasarme la mano por la cabeza para intentar peinarlos, me he quedado con la mano llena de cabellos. 16 días después de la primera sesión de quimioterapia, ha empezado a caerme el pelo. Con la mano un poco temblorosa, he cogido un pequeño mechón, y he tirado fuerte. Y sí, parte de él ha cedido. Pero he comprobado que no cae todo el cabello a la vez, sino que lo hace poco a poco. Por la noche, ya me he visto alguna zona de la cabeza más clara que otra. También he estirado fuerte de los pelos de mis cejas, pero éstos de momento parecen fuertes.

Imagino que todas las mujeres que recibimos quimioterapia esperamos con ser una de las pocas afortunadas a las que finalmente no les cae el pelo. Yo, cada día que pasaba soñaba con ello y albergaba esa gran esperanza. Pero no ha sido así.

No sé cómo estará mi cabeza mañana. No sé con la rapidez con la que caerá el cabello. Pero yo me adelantaré con la máquina de rasurar y se acabará la incógnita. Ahora lo que más me apetece es disfrutar de mis pañuelos, gorras, sombreros, y por supuesto, de mi peluca. No quiero verme más la mano llena de horribles y desagradables pelos negros. Se que el momento en que me vea como una “bombilla” no será nada grato, pero he dedicado demasiadas horas en superar este problema para ahora desfallecer. No me lo puedo permitir. Hoy me he acordado de mi amigo Pep que, para animarme, me dijo: “A mi me gustaría verme calvo, pero no me atrevo a afeitarme la cabeza. Debe ser una imagen de uno mismo curiosa y divertida”. ¡Así lo veré, Pep!

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El mañana no existe

Dulós:
Me quedan seis días para volver a encadenarme al líquido rojo y no quiero desperdiciar ni un segundo. Porque se que luego me esperan otros tantos días de sufrimiento y molestias recostada en el sofá de mi casa. Y no se muy bien cómo la quimioterapia atacará ahora a mi cuerpo; sólo se que será más duro y peor que la primera vez porque mis defensas están más bajas. En la primera sesión me llevé una pequeña decepción. Al quinto día de haberme inyectado la quimio me levanté como una rosa y pensé que ya se me habían pasado todos los efectos. Creí que era una de las pocas afortunadas que la quimioterapia les afectaba tan sólo cuatro días. Y nada más lejos de la realidad. Porque esa misma noche de nuevo sentí ese horrible sabor a hierro en mi boca y volví a vomitar. Los siguientes dos días el mal sabor y los vómitos me acompañaron por la mañana, por la tarde o por la noche. No puedo decir que me sentí bien hasta pasada una semana de la primera sesión de quimioterapia.

Estos últimos días me encuentro bastante bien, aunque un poco más cansada de lo habitual. Y del resto de síntomas que me avanzó la oncóloga, los padezco todos. Me han salido unas llagas en la boca que son muy molestas. Por fortuna, mi amigo Enric, que también ha padecido cáncer, me ha aconsejado una crema dental que lleva mucho bicarbonato, que de momento me esta funcionando bastante bien. También sufro de bastante mucosidad en la nariz. Es un goteo permanente un poco molesto. Y los ojos los empiezo a notar bastante resecos. He empezado a usar lágrima artificial que me alivia bastante.

Y la cabeza, ¡no os podéis imaginar lo que me pica y duele el cuero cabelludo! ¿Será por qué se me va a caer el pelo pronto? De momento, no se me cae, pero lo primero que hago nada más abrir los ojos por la mañana es llevarme las manos a la cabeza para comprobar si ya estoy calva. Pero de momento, sigo con todo mi pelo.

Ya que son pocos los días que me quedan para volver a estar fuera de juego, tengo que organizarme para aprovechar muy bien los días útiles. Ya no hago nada por compromiso o porque socialmente haya que hacerlo. Eso lo dejo para los demás. Yo ya formo parte de ese grupo de “privilegiados” que sabemos que la vida es hoy, y no mañana. El mañana no existe. El mañana existirá mañana, o quizá no existirá. Por eso el hoy lo disfruto, lo saboreo y me deleito con él. Nada más.

Y así lo hice cenando con mis amigos Sergi y Pilar. Él, productor de televisión, y ella co-presentadora del programa “Saber y Ganar” de TVE -por cierto, lo haces fenomenal y estás guapísima-. Hablamos de la tele, de nuestros trabajos, de cotilleos de nuestra profesión, y pasamos una velada muy agradable. Sergi siempre se preocupa por mí porque cree que como poco, y esta vez nos invitó a cenar a un restaurante muy especial. Pilar es muy cariñosa y generosa, y me colmó de mimos y abrazos. Un buen recuerdo para una deliciosa noche de diciembre.

martes, 9 de diciembre de 2008

¡Y yo con estos pelos!

Dulós:
Después de derramar infinidad de lágrimas, de afligirme, quejarme, y lamentarme, hoy, por fin puedo afirmar que… ¡he superado totalmente la tristeza que me provocaba el perder mis cabellos! Nadie se puede imaginar la alegría que siento al escribir estas palabras. Si hace unos meses me dicen que me cortaré el pelo “a lo garçon” y que me vería guapa, nunca me lo hubiera creído. Y esta claro que en mi propia piel he confirmado el dicho que dice “de esta agua no beberé”.

Con el pelo corto me siento liberada. Liberada porque ya no le temo a las tijeras, y el miedo siempre comporta dolor. Nunca más sufriré en una peluquería porque el oficial me corte unos centímetros de más. Se acabó. Ahora la libertad que siento se transforma en sueños maravillosos en los que me veo con el pelo corto y teñido de rubio platino o rojizo, con cortes asimétricos o adaptados a la moda de cada momento… ¡Cuántos años he malgastado desaprovechando la posibilidad de verme diferente! ¡Cómo voy a disfrutar a partir de ahora pensando en mis nuevos looks y redescubriendo mi imagen cada dos por tres!

Y es que tengo un peluquero excepcional. Se llama Antonio Mahugo y en su centro “La Belleza Oculta”, además de cortarte el pelo y peinarte, te hace terapia personalizada. En su peluquería sólo trabaja él y su ayudante Lara. Nadie más. Me gusta definir a Antonio como a un “artista”. A parte de peluquero y estilista, es escritor, actor, bailarín, pintor, maestro de reiki, y un consejero espiritual para muchas personas. Su fortaleza, ánimo y energía las utiliza con gran maestría para contagiar a sus clientas el amor por la vida. Yo, cada vez que le veo me llevo a casa un nuevo peinado y una moral muy alta. Antonio tiene una especial faceta como peluquero: hace 20 años que asesora y corta el pelo a mujeres tratadas con quimioterapia.

Al llegar a la peluquería estaba un poco abatida. Otra vez debía pasar por el suplicio de un nuevo corte de pelo, y esta vez, un corte total. Mis amigos Miriam y Jorge se acercaron al centro para hacerme la sesión un poco más agradable. Antonio empezó a cortar y comenzó su terapia. Me recordó las sabias palabras de Tagore de que no debemos llorar si hemos perdido el sol porque las lágrimas no nos dejarán ver las estrellas. Mientras, Edu hacía de fotógrafo oficial. Y Antonio siguió cortando. Yo me iba encontrando cada vez mejor. Hasta que al final, me vi. estupenda. Mi peluquero también me explicó cómo debía ponerme la peluca y me enseño a anudarme el pañuelo en la cabeza de muy variadas formas. Fue una tarde muy grata y volví a casa muy alegre y contenta. De todas maneras, ese fenomenal corte de pelo sólo me duraría unos pocos días. La calvicie total no puede tardar mucho y será un nuevo descubrimiento en mi vida: ver mi rostro sin cabellos. Sé que será duro en un primer momento, pero me apetece verme. No todo el mundo puede decir que se ha visto sin un solo pelo en la cabeza. Una vivencia más para contar en mi ya enriquecida vida. Gracias Antonio.

Eduardo:
Otro paso más dentro de esta larga travesía, adelantarnos a la caída muy traumática del cabello de Dulós. Si, muy traumática porque casi nunca lo ha llevado corto, y para ella, es SU pelo. Demasiados cambios en su cuerpo, demasiadas sensaciones y hay que acometerlas poquito a poco. Menos mal que Antonio está con nosotros, excelente peluquero y mucho mejor persona. Desde el primer momento ha sabido como “tratarla”, como sacarle esa tan necesaria sonrisa, como prepararla para lo que está sintiendo.

Pues como siempre llegamos muy justos a la peluquería, culpa del tráfico en Madrid, eso sí que no tiene arreglo… Y ahí estaban Miri y Jorge esperándonos, siempre que vamos a la pelu, ahí están. Ya estamos los 5 charlando y con la sonrisa puesta cuando Antonio empieza a cortar. Y esta vez ha cortado mucho, la ha dejado como si fuera un chavalín! Pero entre tanta charla y chascarrillo, Dulós lo ha llevado muy bien.
Desde entonces, cada mañana cuando se despierta lo primero que hace es llevarse la mano a la cabeza y me pregunta: ¿todavía tengo pelo? Y cada mañana le pongo mi mano en su cabeza y le doy un beso de buenos días, “tranquila nena, esto pasa rápido”.