miércoles, 25 de febrero de 2009

¡Adiós a la pereza!

Dulós:
A las once y cuarto del mediodía suena el teléfono. Estoy adormilada en el sofá del salón de casa. La noche ha sido larga como tantas otras, aunque hoy ha sido más amena gracias a la gala de los Premios Oscar. Lentamente, saco la mano de debajo de la colcha y alargo el brazo hasta el aparato.
- “¿Sí?”
- “¡Hola! ¡Cuántos días sin saber de ti…! ¿Cómo estás?” -exclama la voz dulce de una de mis mejores amigas-
- “Bien, bien…”
- “He quedado para comer con Alfonso. ¿Te vienes?” -me pregunta-
- “Gracias, pero estoy muy cansada. Otro día… no he dormido casi nada y no puedo con mi cuerpo”
- “No te preocupes. Cuando quieras, cielo…”

Hablamos un rato por teléfono y le explico lo poco que he hecho estos últimos días. Ella también me pone al corriente de sus cosas, y quedamos en hablarnos la próxima semana.

Cuando cuelgo el teléfono, me quedo inmóvil sentada en el sofá. Estoy en pijama, sin arreglar, agotada, apática… Pienso en lo mal que estoy, en lo larga que se me hace la enfermedad, en lo dura que es…Y así podría haber estado horas y horas. Pero de repente, una fuerza interior me estremeció: “¿Qué hago en casa y sin aprovechar las cosas maravillosas que hoy me brinda la vida?” Mi amiga me está ofreciendo la posibilidad de arreglarme, de ver el sol y de compartir una agradable comida con amigos entrañables. Y me digo: “Si voy, seguro que después me encontraré mucho mejor que ahora”.

En ese instante me doy cuenta de que, si yo quiero, en mi interior tengo energías suficientes para levantarme, vestirme, salir de casa… y hacer muchas más cosas. Y eliminar las vibraciones negativas que inundan mi mente. Todo es proponérselo. Todo es desearlo.

Contenta y con decisión, llamo a Eduardo y le propongo una comida con mis amigos. Por supuesto dice que sí, porque sabe que verles me hace feliz. Y dicho y hecho, a las dos estamos sentados en un restaurante encantador de Pozuelo de Alarcón y pasamos una tertulia de lo más agradable y divertida.

¡Qué tontería sucumbir a la pereza, al decaimiento…! Cada día estoy más convencida de que una mente positiva ayuda a una mejor respuesta del organismo ante la enfermedad del cáncer. Al estar contenta, ¿quizá nuestro cuerpo y nuestra mente segregan algún tipo de sustancia que ayuda a una mejor recuperación? Hasta hoy nunca lo había creído, pero ahora, lo afirmo con rotundidad.

“¡Adiós a la pereza!” -os anuncio que llevaré por bandera esta frase en mi lucha contra el cáncer. No se trata de hacer ni mucho ni poco, sólo lo necesario para que los pensamientos puedan volar.

Eduardo:

Estos últimos días están más duros de lo previsto, se siente mucho más cansada y tiene "agujetas"en todo el cuerpo, por lo que se mueve poco. Así que en cuanto sale un plan divertido y con poquito esfuerzo físico, ¡al ataque! Además, el sofá ya está cogiendo su forma y eso no puede ser...

Se pasa mucho tiempo tumbada, eso es lo que le digo para "picarla", porque no es cierto del todo: hace cosas en casa que la agotan mucho, y además cuando yo no estoy cuida de ese par de becerrillos estupendos que tenemos -Gos y Mistu-, y el cachorro, que está ya enorme, da mucho trabajo. Doy fe.

lunes, 23 de febrero de 2009

"Me has regalado un poco de vida..." ¡Gracias!

http://elmundodelaspiruletas.blogspot.com/2009/02/premio-blog-con-corazon.html

Querido Piruleta:
Estoy emocionada. No tengo palabras para describir la profunda alegría que me produce este precioso regalo. Un regalo que tú me haces a mi, y que yo transmito a todas esas mujeres y a esos hombres que, como yo, luchan con tanta fuerza ante la enfermedad del cáncer.
Personas como tú son las que nos ayudáis a levantarnos y a seguir con entereza y ganas el duro día a día. Personas como tú, que nos transmitís las ganas de vivir...
Gracias por tu generosidad, gracias por tu energía, gracias por ser como eres. Seguro que a menudo tus palabras alientan a este, a veces, triste mundo.
Besos de corazón.

sábado, 21 de febrero de 2009

Mis momentos más bajos... hasta ahora


Duermo muy mal. Cada vez peor. Aunque tomo pastillas para poder conciliar el sueño, cada dos o tres horas me despierto, y me cuesta muchísimo volver a dormirme. Creo que deben ser los nervios los que me juegan esta mala pasada. Me siento muy alterada por la proximidad del final de esta tortura. Veo el fin, pero tarda tantísimo en llegar…

¿Será éste uno de los motivos que hacen que, recién levantada, tenga una cara lamentable?

El “espejo matinal” no lo soporto. No me reconozco. Me miro y me dan ganas de saludar a esa desconocida que me observa fijamente desde el otro lado del espejo. Es una extraña que poco tiene de mujer…

La quimio ha hecho estragos en mi cuerpo. Mi cabeza parece un jardín abandonado. Los pocos cabellos que me quedan son como una pelusa desagradable. Aunque parezca extraño porque los cabellos, a simple vista, parecen muy debilitados, me siguen picando mucho. Un día de estos tomaré la decisión de pasarme la cuchilla de afeitar por la cabeza. Espero estar así mucho más cómoda.

Hasta ahora, para arreglar mi aspecto facial, me colocaba la peluca y me maquillaba la cara. Pero cada vez es más difícil conseguir verme bien. Una de las cosas que, creo, más favorecen a una mujer son las pestañas bien pintadas con rímel. Pero a mí casi no me quedan pestañas en los ojos. Y si maquillo los pocos pelos que me quedan, mi cara parece la de un payaso a punto de echarse a llorar. Mis cejas también están muy vacías, lo que le da a mi cara una expresión de muñeco de plástico. Lo único que todavía puedo maquillar sin problema son los labios. Los tonos rosas son los que más me favorecen. Pero cuando sonrío, el poco glamour que tiene mi boca desaparece. La quimioterapia también hace estragos en mis encías, y he notado que mis dos dientes frontales cada día están más separados entre sí. Espero que el dentista pueda muy pronto arreglarlos. Cuando acabe con las sesiones de quimioterapia preveo una restauración de mi cuerpo larga y costosa.

También me han aparecido unas manchas marrones parecidas a las pecas. La oncóloga ya me había avisado de la posibilidad de que me surgiera esta secuela de la quimio.

De lo único que estoy orgullosa de mi cuerpo en estos momentos es de mis pechos. Ahora sí que ya tienen el tamaño definitivo. Vuelvo a usar una talla 95, la misma que antes de la extirpación de mis senos. Ahora son postizos, pero lucen muy bien. Otra cosa es que psicológicamente los sienta como “míos”. De momento los noto como si fueran dos pelotas pegadas a mi cuerpo. Espero y deseo que cuando me reconstruyan los pezones los sienta más reales que ahora. El cirujano plástico Martínez Murillo ya me ha dado cita para unos días después de la sexta y última sesión de quimioterapia. Me ha explicado que ese día ya pondremos fecha a la intervención quirúrgica de remodelación total de mis senos. En esa operación también me sacará las dos cánulas y los dos reservorios que llevo bajo la piel del escote y que han servido para rellenar de suero fisiológicos las prótesis.

Hace unos días me puse por primera vez un sujetador de los que usaba cuando tenía pechos “auténticos”. Hasta ahora nunca he sido capaz de hacerlo. Me daba miedo. Me aterrorizaba la idea de ver bajo el sujetador algo extraño y falso, algo que me recordara que no era una mujer auténtica y real… Pero me los puse, y… me animé. Me gustó. Pensé que esos eran los pechos que tendría a partir de ahora, y que debía aceptarlos… porque ellos me harían sentir lo que era: una mujer con sus limitaciones, pero al fin y al cabo, una mujer. Y mejor con pechos que sin ellos, ¿no? Y después de tantos meses de sufrimiento por los senos perdidos, me acerqué a una tienda de ropa interior. Fui capaz de probarme y comprarme un sujetador precioso, adornado con cristales de colores. Pero todavía lo guardo con su envoltorio en el cajón. Espero que llegue el día que sea capaz de lucirlo sin lloros ni miedos.

Está claro que con todo lo que os he contado, entendéis que no me gusta nada mi aspecto. Pero se que esta Dulós actual no durará mucho tiempo. Sé que muy pronto volveré a lucir mi aspecto anterior, más bello y atractivo si cabe. Y las fotos de Dulós calva y fea me harán recordar todo lo que tuve que sufrir para sobrevivir al cáncer.




Sé y siempre tendré muy presente que habrá valido la pena.

Eduardo:
Cada vez duerme más, a ratos, pero más... Supongo que es una defensa del cuerpo: durmiendo se sufre menos. Y ya se sabe, cuanto más duermes, más se acostumbra uno...

En general está llevando el tratamiento increíblemente bien, y más si lo comparamos con sus compañeras de quimioterapia.


Se ha empeñado en que está fea. Creo que son motivos psicológicos, porque... ¡está igual de linda que siempre!

viernes, 20 de febrero de 2009

¡Precioso regalo!

Ro dijo...
Hola de nuevo Dulós! esta mañana te he encontrado y ahora navegando por otras aguas me volví a acordar de ti.
Te dejo esta canción que está dedicada a las mujeres y yo te la dedico a ti especialmente.
Adelante!
20 de febrero de 2009 21:43

http://www.youtube.com/watch?v=Uct62pOulHg

Ro,
¡No sabes lo feliz
que me has hecho
con estre precioso detalle!
Dulós

martes, 17 de febrero de 2009

¡Quererse uno mismo!… La magia de JORGE BUCAY

Dulós:
Le conozco. Por mi profesión, he conocido a grandes “personalidades” de este mundo, de un indiscutible poder intelectual o personal.

El primer relato que leí de Jorge Bucay me impresionó. Recuerdo que contaba la historia de un elefante que de pequeño le habían prohibido tirar de la cuerda que lo ataba. De mayor, aun teniendo muchísima fuerza y pudiéndose escapar, no sabía que con tan sólo tirar de la soga alcanzaría la libertad.

De este cuento me quedé con la necesidad de que todos luchemos siempre por nuestra libertad y consecuentemente por nuestra felicidad.

Bucay es un gran médico y escritor argentino, a la vez que psiquiatra y psicólogo. Sus libros me han ayudado mucho, no tan sólo ahora que estoy enferma, sino a lo largo de los años -desde que le descubrí-. He leído muchas de sus obras, y cada una de ellas me ha ayudado como ser y como persona. Lo que hace Jorge Bucay es hacerte pensar, hacerte reflexionar… y no hay más verdad que el conocerse uno mismo.

Cuando yo dirigía el programa de Telemadrid “Desde dentro”, presentado por el psiquiatra José Miguel Gaona, nos visitó Jorge Bucay. Le hice una entrevista que me resultó muy interesante -sobretodo por sus respuestas- y con su intervención conseguí un alto índice de audiencia y, por supuesto, una mayor autoestima. Es un ser tierno y fuerte… y sobretodo, sabe como transmitirlo. Leed sus libros y lo comprobaréis, principalmente si uno se encuentra en horas bajas.

viernes, 13 de febrero de 2009

Soy periodista!!! Y me encanta serlo...

Algún día os hablaré de mi trabajo, de mi profesión, de mi vocación, de mi hobbie más querido en esta vida...
En 20 años no he dejado de trabajar, nadie me lo ha impedido... sólo el maldito cáncer! Pero lo voy a superar, voy a curarme... Y volveré a ser yo!
Hoy sólo os muestro una parte ínfima de mis trabajos iniciales ante las cámaras, realizado en Catalunya. Lamento los que no lo entendáis, pero creo que es de fácil comprensión...
El siguiente vídeo es una muestra de un programa titulado"Los Remedios de la abuela".

La cuarta, una quimio muy diferente


Dulós:
Nada de náuseas o vómitos, nada de hongos en la garganta, nada de llagas en la boca y bastante dolor de encías: así han sido los efectos de la cuarta sesión de quimioterapia, todo lo contrario a las tres anteriores. Lo que sí va en aumento es el cansancio. Ahora estoy agotada todo el día, y por poca actividad que tenga, me duelen especialmente piernas y brazos. Soy incapaz, por ejemplo, de batir un huevo. Vaya, que no sirvo para casi nada…

Pero esta nueva sesión de quimioterapia ha conllevado una situación física que desconocía hasta hoy. He descubierto y padezco lo que son los sofocos. A menudo me invade una sensación de calor extremo en mi cuerpo y en pocos segundos me quedo totalmente bañada en sudor, todo ello acompañado de una angustia momentánea y profunda.

Además del dolor en los pechos, los sofocos también me impiden dormir. Me cubro con la colcha, y a los pocos minutos me entra el acaloramiento. Entonces me destapo completamente, pero claro… enseguida siento un frío terrible, entre otras cosas porque las gotas de sudor se han vuelto tan heladas como un témpano. Me vuelvo a tapar, y de nuevo otro sofoco…

Otro de los cambios que ha experimentado mi cuerpo tras esta cuarta sesión es un dolor casi constante en los ovarios. Siento un malestar parecido al pre-menstrual, pero el periodo nunca llega. Mi oncóloga me avisó de que con la quimioterapia se retiraba la regla. A mi ya hace 30 días que no me viene. Seguramente ya no volveré a tenerla hasta que esté completamente curada, si es que no me ha llegado ya la hora de la menopausia. Estoy convencida de que los sofocos que padezco tienen que ver con esta pérdida de la menstruación. En todo caso, tendré que confirmarlo durante mi siguiente visita a la doctora.

Dos días antes de ir al Hospital para la quimio llegaron mis padres de Palamós, Girona, para ayudarme durante estos días de horas bajas. Nunca habían viajado tanto a Madrid como ahora: Jordi y Montserrat están tan pendientes y preocupados por mí que no dejan pasar la ocasión de venir a verme siempre que pueden. Yo me siento tremendamente feliz cuando están en casa. Mi madre me trata como a su “niña pequeña”: me obliga a tomar mil y un zumos de naranja que ella misma exprime, me prepara comidas lo más sanas posibles, me compra todo lo que necesito para mí o para la casa… y me acompaña de paseo o de tiendas. Además, ella que es una mujer con un gusto excepcional para la decoración, cada vez que viene a mi casa me arregla o redecora mi hogar… con el permiso de Edu y mío, por supuesto.

Mi padre, que es un manitas, me arregla todas aquellas cosas que con el tiempo se estropean, como una barandilla, un estante o el cable de una lámpara que mis perros han roído. Y también me coloca los muebles o espejos que mi madre ha adquirido. Vaya, que son unos verdaderos artistas y lo más importante, su gusto en la casa coincide con el mío.

Mis padres volverán a Madrid para la sexta y ultima quimioterapia. Ya estoy esperando con ilusión que lleguen esos días. Seguramente me encontraré fatal, pero su alegría y amor se me contagiará enseguida. Los amigos los eliges, pero la familia es la que te toca. En estos momentos doy gracias a la vida por llevar la sangre Doménech Ruera.

martes, 10 de febrero de 2009

"Atrapa-ángeles"

Dulós:
“Tengo una sorpresa para ti” me dijo Edu ilusionado. “¿Qué es?” le respondí entre intrigada y pícara… “No te lo puedo decir, ¡ya lo verás!”

Mi pareja llegó a casa con un precioso y delicado pequeño paquete. Lo cogí entre mis manos con curiosidad y nerviosismo: no todos los días se reciben regalos cuando no hay motivo alguno de celebración. Abrí cuidadosamente la pequeña cajita y en su interior encontré un collar original y bello. “Es un atrapa-ángeles” me explicó emocionado…

Me encantó. Me pareció un regalo único y lleno de gracia. Porque Edu no había sencillamente comprado un regalo bonito o caprichoso pensando en mí como mujer… sino que había buscado el detalle más adecuado para mimarme en este duro y complicado momento de mi vida. “¿Este regalo va a ayudar a curarme?” le pregunté dejándome llevar por un instinto infantil y cándido a la vez que esperanzador. “Seguro que sí” asintió.

Le di un beso y al instante lucí el precioso colgante en mi cuello. “Ahora sólo falta que los ángeles lleguen pronto para poder atraparlos”, pensé.

Eduardo sabe que me hizo feliz.

La esperanza no es solo aceptar y entender las palabras de los médicos… hay que creer en ella, ilusionarse, y alimentarse de anhelos y deseos. Y esa noche Edu consiguió que volviera a ser una niña chica, inocente y dichosa.

sábado, 7 de febrero de 2009

El paso del ecuador

Dulós
Pasaron las fiestas, las visitas familiares, los regalos… y volví al día a día con resignación. El día 8 de enero tocaba la tercera sesión de quimioterapia, y no me apetecía lo más mínimo. Esta vez pasé seis largas horas en el hospital porque cada prueba o exploración obligaba a un nuevo retraso. Si al llegar -con los habituales análisis que deciden si puedes o no tomar la medicación de la quimio- se comprueba que tus defensas están bajas, te obligan a retrasar la toma una semana o dos, hasta que consigas los valores mínimos. Y estos resultados también tardaron mucho más tiempo de lo habitual. El laboratorio del Hospital de Madrid Sanchinarro trabaja de una forma muy eficiente, pero si coinciden tus pruebas con un día en que hay mucha gente en urgencias o en la UVI, dan preferencia a estos pacientes, como debe ser. Cuando llegaron mis resultados, me atendió mi oncóloga, la doctora Laura García Estévez. “Tus análisis están fenomenal” me dijo con satisfacción. Entusiasmada, le expliqué que me cuidaba mucho, sobretodo en la alimentación, y la doctora, con afecto y estima, me animó a seguir en este camino. Mi cuerpo está respondiendo muy bien a la quimioterapia.

La sala del hospital de día, donde recibo la medicación, estaba casi al completo. Pero todavía quedaba un sillón vacío que ocupé. La enfermera, como siempre, me dijo que tomara aire para clavarme la aguja especial del gota a gota en el port-a-cath. Una aguja mucho más corta y gruesa que las de las inyecciones normales. Así lo hice con todas mis fuerzas, pero ese día un grito ahogado salió de mi garganta. Nunca me había dolido tanto el pinchazo. La enfermera me comentó que sesión tras sesión, la piel se torna más sensible. “Otro de los efectos de la quimioterapia”, pensé. Y todavía me quedan tres sesiones…

Pasaron las dos horas y media que dura la toma, y… a casa a esperar los temibles efectos. Antes de salir del hospital, no puedo evitar ir al baño a hacer pis -un pis que por cierto, es de color rojo, igual que el líquido de la quimioterapia-. Y justo al llegar a mi domicilio debo volver al baño. Las siguientes horas son un ir i venir constante. Es fastidioso porque no consigues ni dormir dos horas seguidas.

Los efectos de esta tercera sesión de quimio fueron muy parecidos a los de la segunda. Mucho sueño y cansancio, y multitud de problemas en la boca: los hongos volvieron a aparecer, así como las molestas llagas que no me dejan casi comer. Esta vez, mis ánimos no han estado tan altos y firmes como días atrás. Soy fuerte y llevo la enfermedad lo mejor posible. Pero un pequeño bajón moral me dejó esta vez fuera del juego de la vida. Durante unos días no tuve ganas de coger el teléfono… La tristeza y el decaimiento se apoderaron de mí ser, aunque racionalmente soy incapaz de explicar qué circunstancia o pensamiento me hundió en el pozo. Quizá la navidad, la ternura que me despertaron mis sobrinos, el amor hacia mis padres y hermanas, la nostalgia de no tenerles cerca, los recuerdos de mi amiga Nuri… Lloré, y esas mismas lágrimas de sufrimiento y desconsuelo son las que me animaron y me hicieron creer de nuevo en la vida. Derramar lágrimas por nobles y cálidos sentimientos no tiene precio. Así quiero que sea mi vida, que las emociones y pasiones consigan llegar a mi corazón.



Eduardo:

Definitivamente, los efectos de la quimio parece que se “estancan”, produciendo mucho cansancio durante unos días y problemas en la boca, pero prácticamente nada de vómitos, ascos o falta de hambre, lo que está haciendo que Dulós la soporte mucho mejor y, obviamente, que yo esté mucho más tranquilo. Por cierto, que el otro día se tomó una paletilla de cordero entera, eso debe ser buena señal!!!

A pesar de todo, como es lógico, hay algún día más duro que otro -aunque son pocos- pero enseguida se notan: sólo hay que mirarla a los ojos. En esos días lo único que se puede hacer es estar más cerca de ella si cabe, y no dejarla tranquila, no dejarla pensar. Estamos en el buen camino y aunque quede mucho por delante, ya mismo termina el tratamiento “duro” y hay que prepararse para el después. Y hacer planes es estupendo, y saber que se harán realidad mejor, ¿verdad?

martes, 3 de febrero de 2009

lunes, 2 de febrero de 2009

¡De patito feo a cisne!

Dulós:
Mi cirujano plástico, el Dr. Martínez Murillo está acostumbrado a verme contenta y alegre. Pero durante mi última visita no pude contener las lágrimas. Y entre sollozos hablamos:
- ¿Qué te pasa?
- No se… lloro por cualquier cosa… y me duelen mucho los pechos, demasiado… Y no tengo cabellos, y me canso…
- Lo que te ocurre es que estás harta de sufrir, ¿verdad?
- Si…
- No te preocupes. Ahora eres el Patito Feo, pero pronto serás el Cisne. -me dijo con expresión pícara-
- ¡Hombre, gracias por llamarme fea! -dije yo sonriendo-

Una vez más, el médico consiguió que me relajara y me sintiera un poco mejor. Bromeamos y nos reímos sobre la talla que podrían tener mis senos al final del proceso. Medida que ya casi he alcanzado, la misma que tenía antes de que el maldito cáncer se llevara mis dulces y queridos pechos. Creo que todavía hoy no he asimilado que no los tengo. Que jamás volveré a sentir placer con ellos. Mi mente está bloqueada y en cuanto tengo pensamientos de la cruda realidad, los aparto. Aún no sé cómo será mi vida sin ellos…

Una vez en la camilla, el doctor volvió a rellenar las prótesis de ambos pechos con el habitual suero fisiológico. En Estados Unidos ya no suelen utilizarse prótesis de silicona por los problemas que ha causado durante tantos años, entre ellos, el de su rotura, y ahora también se usan las de suero fisiológico. Su principal característica es que se colocan deshinchadas y poseen unas válvulas colocadas en el pecho por las que se introduce el suero. Tienen además la ventaja de que si se desgasta o rompe la bolsa que contiene el suero, éste es reabsorbido por el organismo sin ningún tipo de problemas.

El doctor Martínez Murillo siempre ha rehuido la respuesta ante la pregunta de cuánto tiempo me van a doler los pechos. Acostada en la cama del hospital recién operada, y con un dolor tremendo e insufrible, me habló de un mes para tranquilizarme. Luego de tres, más tarde de cinco… Pero esta vez, creo que ha sido sincero. Y la respuesta se me hizo angustiosa. “Hasta que no pase un año de la operación, te van a doler”. ¡Un año largo! ¡Ni siquiera han pasado 4 meses y el dolor se me hace ya insufrible! Me duelen a todas horas y es un daño constante. Además, siento una enorme opresión en el pecho. Esta sensación de ahogo la siento especialmente cuando me desnudo. Al quedarme sin ropa, siento como si llevara una cincha muy apretada. Incluso me cuesta mantener mi cabeza erguida. Todavía sigo durmiendo muchas noches en el sofá del salón. Allí me siento cómoda porque el poco espacio del canapé no permite que me de la vuelta al dormir y me despierte constantemente de dolor. Eduardo me echa de menos en la cama, pero prefiere que yo descanse. Antes de subir a la habitación me arropa y me da un beso de buenas noches.







“Las cicatrices de los pechos -que van de axila a axila- están evolucionando muy bien” aseguró el médico. Todavía están rojas, pero yo también aprecio que se ven mucho mejor. Espero que realmente al final sólo se vea una fina línea blanca. Me cuesta creerlo. Pero confío en las palabras del doctor. Estas heridas me han dado pocos problemas. Sólo una vez, en la que se me infectaron los puntos del seno izquierdo y segregaban mucho pus. Tanto, que el cirujano plástico me fijó una aguja en el pecho y le dio una enorme jeringuilla a Eduardo para que en casa pudiera succionar la supuración. ¡Pobre Eduardo! Yo se que lo hizo con mucho cariño y amor, pero en su cara intuí que tuvo que armarse de valor para coger esa jeringuilla porque sus manos le temblaban…

Cuando me visto tengo unos pechos… ¡de muy buen ver! La verdad es que sí, cuando todo acabe, y tenga ya los senos a la medida perfecta y con sus pezones, estarán estupendos. He descubierto que no se mueven ni se caen. Ahora son como dos balones, aunque el doctor me ha asegurado que más adelante quedarán más naturales. Tendré cien años, y de flacidez, nada de nada. Y algo importante: no tendré que preocuparme por los sujetadores sin tirantes o con tirantes al cuello. Con estos pechos no hace falta llevar ningún tipo de sujeción. ¡Ya sueño con el verano para comprarme camisetas con aberturas por todos los lados!

Eduardo:

Una visita más al cirujano plástico… este hombre siempre nos saca una sonrisa, es una gran persona. Por cierto Doctor, -que sé que me leerás-, átate a ese despacho con cuerdas, que ya está bien de mudanzas, ¿a que sí?
El médico le ha vuelto a “hinchar” un poquito más los pechos a Dulós y ella sigue con dolores, y a veces se cansa de aguantar tanto, tiene pequeños bajones. Lógico, todavía no termina de asimilar todos los cambios que ha conllevado el cáncer en su vida. A pesar de todo, lo está llevando muy bien, con mucha entereza y sobre todo, optimismo.
Los peores momentos los tenemos cuando pensamos en el futuro, en que no podremos tener niños. Pero yo siempre digo lo mismo: ahora tenemos mañana, antes no estaba tan claro, ¿verdad? Y si no podemos tener un diablillo por la casa… de momento me preocupa bastante más que Dulós pase la quimio lo mejor posible, que se termine, y que llegue el día en que nos digan “se ha curado, revisiones periódicas y se acabó el problema”. Las demás consideraciones, planes, ilusiones, etc., están en un estupendo segundo plano, y más adelante tendrán su momento.

Por cierto, yo como “asistente enfermero” no tengo precio, conste en acta.

El verano promete ser divertido!!!